Hace ya años que a la celebración del 8 de Marzo como el Día de la Mujer se le ha quitado el calificativo “trabajadora”. Fue en el mismo momento en el que la sociedad comenzó a comprender que “Mujer” ya implica, per se, trabajo. Porque labor es, ha sido siempre, cuidar de los pequeños y los mayores de la casa y luchar a diario por el bienestar de los que le rodean. Así lo creemos desde ASCA-CIC.

Pero también, como representantes sindicales de muchas mujeres, somos conscientes de que aún queda mucho por hacer para reivindicar que esta sociedad las tenga en cuenta con el mismo rasero que a los hombres.

Con la mujer incorporada al mercado laboral, y sufriendo las consecuencias de un sistema patriarcal que la condena  a cobrar menos salarios, a no acceder a los puestos de dirección en condiciones iguales a los de sus compañeros hombres y a hacer auténticos malabares para conciliar la vida familiar (que sigue ahí) y la laboral, es cuando podemos focalizar nuestro trabajo, el de toda la sociedad, a pulir el status quo para adecuarlo a un mundo en el que la mujer cuenta, que para eso es la mitad de la población del mundo.

La pandemia llegó en 2020 para arrebatarnos muchas cosas, también la lucha a pie de calle. O eso creen, porque la batalla sigue. Las mujeres ya  hemos estado en primera línea muchas veces antes y sabemos de lo que hablamos. Este frente del coronavirus ha llegado hasta el salón de nuestra casa, ha tocado a los nuestros. También se han modificado nuestras condiciones de trabajo, la relación con nuestros jefes.

En estos meses,  el teletrabajo llegó a las familias. Pero no fue lo único,  también lo hicieron las reducciones de jornada y las bajas (con todo lo que suponen en reducción de ingresos a los hogares). A la mayoría de estas medidas nos apuntamos nosotras y algunas de nosotras además, solas.

La COVID-19 podrá quitarnos muchas cosas, también la lucha en la calle, pero no podrá borrar los derechos a los que legítimamente, aspiramos.